The Logo of The Episcopal Diocese of Atlanta - Purple Crest with Bishop's Mitre

Condemnation

Mar 8, 2024

If God had a tattoo, like some of us do, across God’s strong forearm it would read, “I love the world.” Everything God seems to do flows from that reality. God loves the world so much, God responded by giving God’s self, God’s son, to the world. Jesus coming among us is God’s love-errand, so that we wouldn’t “perish” or be “condemned” but have “eternal life.” That is life beyond biological definition now, and life so long and deep that years fail as a measurement tool. The purpose of God coming among was/is not to “condemn” but to “save.” If that is so, I’m pretty sure that means as recipients of this gracious purpose and act of God, we have to let go of the right to condemn others. Decades ago I was a U.S. Navy Search and Rescue Diver. We were deployed in helicopters when things went really bad. We were deployed for rescue not to condemn people for being in situations that required rescue. Forgoing condemnation of others or even ourselves is deeper than performing politeness toward others or better, kinder, self-talk. Letting go of condemnation is about the appreciation of how God uses power. And, mercy is a sublime expression of power. Having received mercy, our pride and insistence on one-upmanship is purged and real relationship is now possible.

John 3:16-17

Excerpt from Bishop Wright’s Lenten Series | Week 4 | Letting Go… of Condemnation


For People with Bishop Rob Wright

The podcast expands on Bishop’s For Faith devotional, drawing inspiration from the life of Jesus to answer 21st-century questions.


el Juzgar

iDios tuviera un tatuaje, como algunos de nosotros, en el fuerte antebrazo de Dios, leería: “Amo al mundo”. Todo lo que Dios parece hacer fluye de esa realidad. Dios ama tanto al mundo, Dios respondió dándose el yo de Dios, el hijo de Dios, al mundo. Jesús que viene entre nosotros es el encargo de amor de Dios, para que no “perezcamos” o seamos “condenados” sino que tengamos “vida eterna”. Esa es la vida más allá de la definición biológica ahora, y la vida tan larga y profunda que los años fallan como una herramienta de medición. El propósito de que Dios viniera entre sí no era para “condenar” sino para “salvar”. Si eso es así, estoy bastante seguro de que eso significa que como receptores de este propósito y acto de gracia de Dios, tenemos que dejar ir el derecho de condenar a otros. Hace décadas fui un buceador de búsqueda y rescate de la Marina de los EE.UU. Fuimos desplegados en helicópteros cuando las cosas salieron muy mal. Fuimos desplegados para el rescate para no condenar a la gente por estar en situaciones que requirieron rescate. Renunciar a la condena de los demás o incluso de nosotros mismos es más profundo que realizar la cortesía hacia los demás o mejor, más amable, hablar de sí mismo. Dejar ir la condenación es acerca de la apreciación de cómo Dios usa el poder. Y la misericordia es una expresión sublime de poder. Habiendo recibido misericordia, nuestro orgullo y nuestra insistencia en la uniformidad se purga y la relación real es ahora posible.

Juan 3:16-17

Extracto de la Serie Cuaresma del Obispo Wright | Semana 4 | Dejar ir… el Juzgar