This week’s devotional is adapted from the Lent 2023 series: Jesus Makes the Difference.
According to Matthew, Jesus and the devil had a conversation. That conversation has made a difference for two thousand years. Don’t believe in the devil? No problem! What do you name active hostility to the ways of God? Look carefully at this unusual conversation and you’ll see the presence of the devil doesn’t mean the absence of God! The Spirit was there, with Jesus in the wilderness as he was being tempted. You don’t have to talk to the devil to know that we’re always being tempted to choose despair rather than faith especially when we face silence, suffering, and vulnerability. Be careful whose voice you’re listening to when those triple threats come at you.
The devil’s first move on Jesus and on all of us is to come for your sense of identity in God. At his baptism Jesus heard God say, “This is my son with whom I am well pleased.” God said it to Jesus, and he said it to anyone who was listening. Seems clear and settled doesn’t it, but just a few verses later the devil leads with, “If you are the Son of God turn stones into bread. In a repeat attack, the devil says, “If you are the son of God jump off the temple steeple into the arms of waiting angels.” Notice, the devil always tries to bend God’s resolute exclamation points into insecure question marks! The difference between Jesus and the devil is that Jesus knows he doesn’t have to prove who he is to God. He knows he doesn’t have to earn God’s love. He knows he can’t earn or lose God’s approval. Jesus knows that we are so much more to God than we can produce or fail to produce. Jesus’ example in this exchange can be difference making for us if we let it. Jesus doesn’t question our identity, ever. We are God’s beloved, full stop. We are invited to trust our reflection in God’s eyes first and always! We are invited to “let love be genuine” as a means of feeding ourselves and the world. We are invited to love what God loves, which is always sincerity and not spectacle.
The devil can’t get Jesus on identity, so he goes big, he goes to ego. “Fall down and worship me,” the devil says to Jesus, “and I will give you all the kingdoms of the world.” That’s the difference between Jesus and the devil. The devil thought worship was for sale. He thought worship was about power and things. He confused idolatry with real worship. He forgot real worship comes from awe and wonder. And that real worship is the celebration of fidelity of God to God’s people. We worship God not simply because God is good, but because God is holy and therefore deserving of worship. The difference between the devil and Jesus is that Jesus kept worshipping God through the temptations, the silence, and the suffering. That always makes the difference.
For People with Bishop Rob Wright
The podcast expands on Bishop’s For Faith devotional, drawing inspiration from the life of Jesus to answer 21st-century questions.
Haciendo la diferencia
Según Mateo, Jesús y el diablo tuvieron una conversación. Esa conversación ha marcado una diferencia durante dos mil años. ¿No crees en el diablo? ¡No hay problema! ¿Cómo llamas la hostilidad activa a los senderos de Dios? ¡Mira cuidadosamente esta conversación inusual y verás que la presencia del diablo no significa la ausencia de Dios! El Espíritu estaba allí, con Jesús en el desierto mientras estaba siendo tentado. No tienes que hablar con el diablo para saber que siempre estamos siendo tentados a elegir la desesperación en lugar de la fe, especialmente cuando enfrentamos el silencio, el sufrimiento y la vulnerabilidad. Ten mucho cuidado con la voz que estás escuchando cuando esas amenazas triples vienen a usted.
El primer paso del diablo sobre Jesús y sobre todos nosotros es venir por tu sentido de identidad en Dios. En su bautismo Jesús oyó a Dios decir: “Este es mi hijo con quien me complazco”. Dios se lo dijo a Jesús, y se lo a todos los que estaban escuchando. Parece claro y resuelto, te parece, pero solo unos pocos versículos más tarde el diablo dice: “Si eres el Hijo de Dios convierte las piedras en pan.” En un ataque repetido, el diablo dice: “Si eres el hijo de Dios, salta del alero del templo a los brazos de los ángeles que esperan.” ¡NOTE, el diablo siempre trata de doblar los signos de exclamación de Dios en signos de interrogación inseguros! La diferencia entre Jesús y el diablo es que Jesús sabe que no tiene que probar quién es para Dios. Él sabe que no tiene que ganarse el amor de Dios. Él sabe que no puede ganar o perder la aprobación de Dios. Jesús sabe que somos mucho más para Dios de lo que podemos producir o no producir. Si queremos, el ejemplo de Jesús en este intercambio puede ser la diferencia para nosotros. Jesús no cuestiona nuestra identidad, nunca. Somos amados por Dios, sin condiciones. ¡Estamos invitados a poner nuestra confianza en los ojos de Dios siempre! Estamos invitados a “dejar que el amor sea genuino” como un medio para alimentarnos a nosotros mismos y al mundo. Estamos invitados a amar lo que Dios ama, que es siempre amor sincero y no un espectáculo.
El diablo no puede engañar a Jesús con relación a su identidad, por lo que trata algo más grande, va al ego. “Póstrate y adórame”, dice el diablo a Jesús, “y te daré todos los reinos del mundo”. Esa es la diferencia entre Jesús y el diablo. El diablo pensó que la adoración estaba a la venta. Pensó que la adoración era sobre el poder y las cosas. Confundió la idolatría con la verdadera adoración. Se olvidó que la verdadera adoración viene del asombro. Y esa verdadera adoración es la celebración de la fidelidad de Dios al pueblo de Dios. Adoramos a Dios no simplemente porque Dios es bueno, sino porque Dios es santo y por lo tanto merecedor de adoración. La diferencia entre el diablo y Jesús es que Jesús seguía adorando a Dios a través de las tentaciones, el silencio y el sufrimiento. Eso siempre marca la diferencia.